Hoy quiero compartir contigo mi particular tesoro. Digo tesoro, porque nunca antes había oído hablar -y continúo sin seguir oyendo nada- sobre Sète, una lujosa ciudad marinera situada en la región francesa de Languedoc-Rosellón.
Lo primero que nos dijeron en la oficina de turismo fue: “la ciudad está ubicada en lo alto de una colina verde y le rodean dos grandes lagunas costeras. No la paséis por alto en vuestra ruta por Francia porque es una preciosidad”. Con grandes expectativas nos lanzamos a la calle e intentamos descubrir lo que parecía un oasis en mitad de un desierto azul.
La ciudad se construyó entorno a su puerto pesquero, en pleno corazón de la villa, y ese toque especial que suelen adquirir las villas marineras se percibe en el ambiente que generan las terrazas, las tiendas, los restaurantes, y sobre todo, sus gentes. No se por qué, pero a mí parecer, la gente de la mar es de otra raza, siempre en el buen sentido de la palabra.
Para descubrirla y saber cómo es Sète lo primordial es caminarla (aunque estés dos horas al sol sin protección solar y te quemes, como nos pasó a nosotras porque no encontrábamos el coche). Ella misma, en agradecimiento a tu tiempo, te guiará y mostrará sus rincones más sentimentales; como el cementerio marino.
Cementerio marino
Saint Charles, el camposanto de Sète, se construyó en 1680 con el fin de ser enterrados ahí los primeros trabajadores fallecidos en la obra de la escollera -obra hecha con piedras lanzadas al fondo del agua, para formar un dique de contención- de Saint Louis. Y fue el 7 de agosto de 1945 cuando Saint Charles adquirió su nombre actual, cementerio marino, en referencia al célebre poema de Paul Valéry.
El cementerio es un claro indicador de la diversidad de gentes que hubo a lo largo de los siglos en la ciudad. Las parcelas más significativas son las reservadas a la comunidad protestante, ya que su papel fue esencial para el desarrollo del puerto. También, varias sepulturas recuerdan la vocación marítima de la villa, como la de los pilotos desaparecidos cuando intentaban socorrer a un buque en peligro. Otras atestiguan la notoriedad de las personalidades destacadas de Sète, como la del actor y director de teatro Jean Vilar, entre otros.
Sin embargo, es inevitable pensar en Sète y omitir un pequeño gran detalle, sus canales. *Y no, la ciudad no se parece en nada a Venecia. Lo comento porque siempre que pronunciamos canales viajamos inconscientemente a Italia. Sí que son canales venecianos, pero la ciudad es mucho más industrial que la lánguida Venecia. Hoy en día, el atractivo principal, es cuando los barcos pesqueros llegan al atardecer a puerto y descargan la captura. Una bonita costumbre, y modo de trabajo, que no te puedes perder.
Las justas, fiesta tradicional
Tal es la importancia de los canales que cuando llegamos, a finales de agosto, el gran canal estaba engalanado para la fiesta de las Joutes de Sète. Se trata de un torneo, donde los participantes encaramados en barcas típicamente mediterráneas se enfrentan en justas. El objetivo es no caer al agua, y para protegerse los competidores disponen de una lanza y escudo. Para amenizar, en la parte delantera de las barcas, hay un oboe y un tambor tocando la melodía tradicional de las justas.
La primera Joute se celebró en 1666, año de fundación de la ciudad. Con ello, también se festejaba la creación del puerto de Sète, ya que formaba parte de las obras del Canal del Midi. Este uniría el Mediterráneo desde Sète con el río Garona y Burdeos en el Atlántico.
Cómo llegar a Sète: la ciudad está en la línea Perpiñán-Aviñón. Por carretera Sète se encuentra a 330km de Barcelona, a 35km de Montpellier; 125 de Aviñón y 200km de Marsella.