Oporto, la capital del norte de Portugal, se ve envuelta en un halo de sentimentalismo capaz de embriagar a todo aquel que la visita.
Su pasado, edificios desconchados y azulejos que narran su historia, conviven con la modernidad del presente, haciendo que Oporto fortalezca su personalidad.
Sí, es verdad que en esta ciudad se venera lo viejo, un término que a priori produce rechazo. Pero no seamos cínicos, ahora que a todos nos gusta lo vintage no critiquemos la autenticidad. Oporto es la incomprendida por los mortales y la comprendida por los románticos y bohemios. Es un regalo para una escapada única en donde los protagonistas son: el bullicio, el desorden y el paso del tiempo.
Te muestro las diez cosas que hacer en Oporto ¿Qué ver Oporto en pocos días?
1. Subir a la Torre de los Clérigos
Para tener la mejor panorámica de la ciudad tienes que subir, por 2 euros, a la Torre de los Clérigos. Es la más alta de Portugal y uno de los edificios barrocos más emblemáticos de Oporto. Para llegar a la cima, antes hay que ascender 200 escalones. Además, otra de las cosas curiosas de la torre son las 49 campanas que forman un carillón de concierto que como estés ahí y este detalle no lo sepas te llevarás un buen susto.
2. Conocer la historia de Portugal en la estación de trenes
La estación de trenes San Bento se construyó a principios del siglo IX sobre los restos del antiguo convento de San Bento del Ave María, de ahí su nombre. Es una verdadera joya ubicada en el centro de la ciudad. Pero cuidado, no te conformes únicamente con ver la fachada. Entra y descubre como los más de 2.000 azulejos narran la historia del país.
3. Cata en las bodegas
¡Nos vamos de bodegas! Justo en frente de la masa escalonada, en la otra orilla del río Duero, están ubicadas la mayoría de las bodegas. Y es en cualquiera de ellas donde puedes catar el famoso vino de Oporto. ¿Qué tiene de especial? La diferencia con el resto de caldos, es el agua ardiente que le añaden para interrumpir la fermentación. No está malo, pero a mí no me convence.
Lo que realmente me cautivó fue la historia del aguardiente: “surgió en el siglo XVII, cuando los comerciantes ingleses querían comprar vino portugués, pero los caldos no soportaban los largos viajes en barco. Para que no se estropeara le empezaron a añadir aguardiente, y así ha quedado”
4. Comer francesinhas
Haz un alto en el camino para degustar el plato típico de la ciudad, las francesinhas (si estás en operación bikini ni mires porque su valor calórico es incalculable). Dicen que es uno de los mejores sandwiches del mundo ¿Qué contiene? Está relleno de todo tipo de embutidos y carnes, y cubierto con lonchas de queso. Se gratina y se baña en una salsa picante elaborada con cerveza y tomate. Es opcional añadirle huevo y acompañarlo con patatas fritas.
Escrito parece que no es nada, pero el plato es muy contundente. Yo creo que solo está hecho para valientes. Eso sí, probarlo hay que probarlo. *Te recomiendo que comas la francesinha en el Café Santiago de Oporto ¡Ya me contarás!
5. Visita a la Librería de Harry Potter
Dicen que la librería Lello de Oporto es una de las más bonitas del mundo, y no voy a ser yo quién lleve la contraria (eso sí, me la esperaba mucho más grande). Ha inspirado a compradores y escritores como a la autora de Harry Potter, J.K.Rowlling. Y es que tanto su exterior, una fachada modernista y neogótica construida específicamente para albergar la librería, como su interior es admirada por todo aquel que se acerca.
Y como todo lo turístico tiene su riesgo, la librería Lello se ha visto en la obligación de cobrar la entrada a 3 euros, a partir del 1 de agosto. De este modo regularán el acceso y harán saber a los turistas que lo que visitan es una tienda, y no un museo. Eso sí, quien adquiera un libro se le descontarán los tres euros del importe final.
6. Catedral de la Sé
Solo por las vistas que hay desde la plaza de la catedral merece la pena acercarse. Está ubicada en la parte alta de la ciudad, así que aprovecha la bajada hacia el Duero para inmiscuirte en las callejuelas de los barrios más típicos. La entrada es gratuita, pero si quieres acceder al claustro y al museo hay que pagar. En la actualidad, este conjunto arquitectónico está declarado Monumento Nacional.
7. Rendir culto al café portugués
A mí con todo lo que me gusta el café en Oporto lo disfruté 100%. Y es que en Portugal el café tiene un sabor especial. Lo tienen tan arraigado en su cultura que lo tratan con suma delicadeza. Es una gran ventaja poderlo pedir en cualquier bar/restaurante y saber que lo servirán como es debido. Además al ser un bien de 1º necesidad su precio ronda las 0,80 céntimos. Vamos, que es una maravilla.
El precio se eleva si lo tomas en el famoso Café Majestic, un establecimiento que abrió sus puertas en 1921. Su fachada y sus paredes hablan de ese estilo años veinte, de la belle époque. De 1964 a 1980 permaneció abandonado, hasta que el Estado lo declaró Patrimonio Cultural. *Entra y cotillea, pero no merece la pena gastarse 2,5 euros por un café, lo digo por experiencia.
8. Mercado de Bolaho
Es una pena que el mercado de Bolaho tenga un estado de decadencia tan alarmante. Se nota que desde 1914, año de inauguración, las reformas han sido escasas. Tanto en la primera como en la segunda planta hay andamios y paredes apuntaladas. La falta de mantenimiento es notoria.
Sin embargo, no me cabe duda que en sus años de esplendor el mercado ha sido un verdadero núcleo cultural, ya que a día de hoy, aún resisten puestos de alimentos de primera calidad. Además en su patio interior hay bares en los que puedes comer y disfrutar la auténtica gastronomía portuguesa.
9. Pasear por la orilla del Duero
El río Duero es el verdadero dueño y señor de Oporto. Es el encargado de repartir la alegría a la ciudad, de aunar a los lugareños y turistas para deleitarles con los mejores atardeceres, para olvidar la rutina y emocionar.
10. Y callejear, y callejear
Para conocer las verdaderas tripas de la ciudad lo mejor es caminarla, disfrutar de cada paso y contemplar los detalles, ya que Oporto es una caja de sorpresas.
Esto es Oporto, ni más ni menos.
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